¿Recuerdan que les dije que Akuma no Bara tenía muchas sorpresas? Bueno, esta es una de ellas. En el manga original, no existen los Cazadores de Sombras, más sin embargo, existen los Exorcistas. Gente que se prepara para ayudar a los Akumas y los Baras en su misión de proteger al mundo. Y esta es la historia de un singular trío que nos contará como ocurren todos los sucesos importantes de la saga original pero desde otro punto de vista...¿Quieren que lo publique? ¿Les gustó? ¡un comentario no estaría nada mal!
--------------------------
Akuma no Tenshi
Prólogo
Anklam, Alemania - 1994
A su alrededor, la lluvia limpiaba la sangre que manchaba el suelo, las paredes y su rostro. Soltó un suspiro, haciendo que el humo de su cigarrillo se elevara en el aire, siendo agujerado por las gotas de agua.
Lo miró entretenido durante un buen tiempo, como si no tuviera prisa alguna. Y la verdad es que así era. Su trabajo ya había terminado… por ahora.
— Padre… ¿qué haremos con…? — comenzó a decir un monaguillo que se encontraba a su lado, mientras que le lanzaba una mirada al bulto que se encontraba hecho un ovillo en el suelo, como si quisiera protegerse del viento y del agua.
— ¿Como que qué haremos, joven Jeremías? — preguntó el hombre, curioso.
El chico se encogió nervioso en su lugar.
— S-sí, ya sabe… — miró de nuevo al bulto, que se movió levemente. El chico dio un respingo, como si temiera que le atacara o algo por el estilo — … e-esa cosa no es hu-humana…
—… y tampoco es un Demonio — apuntó el Padre, señalándolo con su cigarrillo —. Aún — apuntó, dándole unos cuantos golpecitos a la colilla para eliminar el exceso —. Es una simple criatura de Dios que ha tenido la mala fortuna de estar marcada desde temprana edad.
El monaguillo tragó saliva de manera ruidosa, para luego mirar nervioso al bulto.
— Entonces… ¿u-usted…?
El Padre le sonrió, para luego tirar su cigarrillo en un charco de agua, haciendo que se apagara al instante. Se sacudió su capa y luego se agachó para recoger al bulto con delicadeza, como si se tratara de un bebé recién nacido.
— Yo me haré cargo de ella — dijo, aunque más parecía hablar con la pequeña niña que se removía entre sus brazos, buscando acomodarse mejor —. No dejaré que esto vuelva a ocurrir — susurró, quitándole un mechón de rubio cabello del rostro.
— Pero es peligroso… t-teniendo en cuenta que sus hijos…
— Nada pasará Jeremías — rió el Padre, divertido, para luego mirarle serio, sin perder aquella amable sonrisa —. Yo me encargaré de que eso no pase.
Y dicho esto, le colocó a la niña un pequeño collar con un diminuto dije de cruz. El rostro de la niña se crispó un poco, para luego volver a adoptar una mirada tranquila y pacífica.
— Hora de irnos, Jeremías. Nosotros ya no tenemos nada que hacer aquí.