Disclaimer: Soul Eater no me pertenece, es de Okubo-sempai. Kuroshitsuji tampoco es mío, es de Toboso-sempai. Lo único mío es la trama.
Me he apiadado de todos ustedes y al fin subiré el adelanto de Akuma no Bara. Perdón si me he tardado, pero desde hace ya casi tres meses que mi computadora murió y no había podido escribir nada. ¡Disfruten del adelanto!
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Akuma no Bara
Rosa 22: Los pecados de la Bruja
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− ¡Quémenla! ¡Quemen a la bruja! – gruñó la gente que se encontraba frente a mí.
Alcé la mirada, cansada. Mi cuerpo me dolía por culpa de los golpes, y las cuerdas que sujetaban mi cuerpo a la cruz quemaban mi piel. Los gritos de los pueblerinos se me hacían lejanos, ajenos. Intenté enfocar a alguien, pero no podía. Las lágrimas cegaban mi visión.
− No lo soy – susurré, cansada. Mi voz sonaba distante, lejana… como si no fuera mía −. Yo no soy una bruja…
− Es mejor que calles, bruja – dijo una voz a lo lejos. Fría, sin sentimientos. Observé, a pesar de mi parcial ceguera, el rostro de aquel hombre. Era el cura del pueblo −. De tus labios sólo salen palabras pecaminosas.
Sus ojos, rojos como la sangre, me miraban con un odio profundo, y su rostro se encontraba contraído en una mueca de furia. ¿Qué le había hecho yo? Aunque para empezar, ¿estaba segura de que era yo? Mi cuerpo se sentía ajeno. Era como estar dentro de un caparazón y ser capaz sólo de ver y de pensar, más no de hablar y actuar.
El cabello del cura brillaba gracias a la luz que emanaba del fuego de las antorchas. Noté que en las puntas de este, se podían observar unos curiosos ojos color blanco…
− Y-ya dije que no soy bruja… − repetí, buscando a alguien entre la multitud que pudiera salvarme. Que se apiadara de mí y me protegiera de las llamas.
Mis ojos se posaron en un rostro familiar, y mi corazón dio un vuelco al reconocerlo. Era él, ¡era…!
− ¡Soel! ¡Ayúdame! ¡Diles la verdad, diles que no soy una bruja! – grité con mis últimas energías.
Pero la mirada gélida y dolida que me lanzó me paralizó el corazón. Era casi como si me atravesara con una espada filosa. Y me dolió; más de lo que me dolían las miradas de las otras personas.
− Yo no te conozco, bruja – soltó.